domingo, 20 de octubre de 2013

Tirarse a fiaca o dejar caer




Recién llego a casa. Son horas de la noche en que el cuerpo y las ideas están de acuerdo en que no hay nada mas por hacer que inventarme un merecido descanso, He sido lo suficientemente bailarín por éste día.

El hombre se ha inventado el merecimiento, y se lo apropia constantemente. "Se amerita la fiaca", algunos prefieren nombrarla como un bien necesario. Los otros, inventores innatos, quienes han establecido el mal pronunciando el bien, designaron , entre otros, el Pecado de la fiaca. 
Pero aquí en la cama, mi cuerpo me dice que es innato al hombre estar flojo de cuerpo, flojo de ánimo, impreciso, borroso, difuso, trifuso de ideas... Me corrompo, me siento en un estado armónico de vicio, se me dio por bailar todo el día y estoy echado  recomponiendo mis movimientos, mis articulaciones, mi búsqueda, mis discusiones. El cuerpo trabaja dormido. 

Se me aflojaron los ligamentos de la conciencia, ésta fiaca ha sido un verdadero acierto. Con  prudencia me saqué los zapatos, se fue fundiendo mi agitación,  hasta liberar desde mi espalda un respiro muy cómodo.  
Creo en la fiaca tanto como en el hacer porque ella me ha dado mucho. He pecado tanto al enfiacarme como al estimularme. Yo creo que las cosas de la vida pueden transitarse desde cualquier estado siempre que exista voluntad. 
Por la voluntad misma nos pasamos la niñez tirando de la cuerda cuanto y cuando se nos diera la gana. Si hoy atendemos a nuestra voluntad, nos daríamos cuenta de lo extendido que está ese niño en nosotros. Qué habilidad, qué destreza es el probar. Probar con inocencia, acentuar las sílabas que nos aturden, armar, desarmar, probar el dolor, no medicarlo.
Un niño puede equivocarse tirando mucho de la cuerda o tirando muy poco. Con el tiempo, si nada se interpone en su aprendizaje más que otros espíritus-niños, tendría de la cuerda lo justo y necesario. 
Un adulto que está avergonzado de ser niño, puede equivocarse, (se los juro!) infinitas veces. Si ésto es así es porque ese adulto se niega al aprendizaje, y más aún, tiene tanto miedo de perder su posición actual, que ha olvidado su persona equívoca de la experiencia.















Violeta 


2 comentarios:

Alejandro Toshiro Maio Sasso dijo...

Hermosa pieza, Violeta. Tu prosa fluye de manera acuática. Gracias por la visita y me alegro que nos regalemos buenas ideas.

Ale

maru dijo...

me hacés bien