Veneno para ratas
La flor salía de sus labios
mientras ella dormía, y a mí
me pareció algo tan cursi
que eché veneno para ratas
sobre su boca. Al despertar,
la mañana siguiente fue
igual a cualquier otra, con
la salvedad de que sus ojos
estaban inyectados en sangre
y ardía en deseos de revancha.
Claro está, no se la pienso conceder.
Me gusta ésto que escribió un amigo que quiero mucho, ojalá lo sepa
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