domingo, 19 de agosto de 2012

De lo inmenso a los pies

En un mismo campo de cielo y de montaña,
vestida con su cuerpo de niña, 
y adornos en el cuello que alguna vez alguien le ofreció,
andaba raspando en el barro, pegando saltos de crayón.

Así despegaba.    
Dejaba, al resorte que era su cuerpo entero en ese espacio de aire, inventarle un recorrido.
De viento se hacía el tiempo,de ella.
Sostenidos sus cinco dedos izquierdos bajaban, hasta enterrarse en sus sordas sombras de barro.

Así como se arranca la hiedra,
así la planta y el talón dejaban su huella de menos de un segundo sobre el barro.
Y era tan fugaz, que cuando su pisada se distinguía como una estría negra en la tierra, ella arriba ya estaba volando, ondulada hasta la última de sus vértebras por ese suave impulso que la llevaba lejos, hasta regresar, de lo inmenso a sus pies.

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