sábado, 3 de septiembre de 2011

vientos de adentro

No siempre se tiene piedad...
Se estaba preocupado allí. Las paredes le gritaban de todo, esa habitación sólo la defendían los barrotes de hierro. ¿Qué más? Quién lo respaldaría a él, él que en silencio no oía nada.
"Del sur, sólo venía un viento suave y lejano, porque había que guardar el grito hasta más tarde". Así lo establecía él, en su silencio, en su pesar. Y diluía todo lo que alguna vez le sirvió de consuelo.
"La tibia voz, el apellido celeste y la distancia" se lamentaba al recordarlo y un gesto arrogante desprendía de su boca seca, que siempre guardó el amor para más tarde.
"Del sur, un susurro que pide en el oído no entregar las banderas, no rendirse". Del norte, su madre rezando, no necesita ocultar su miedo.

1 comentario:

Lautaro Aledda dijo...

si un apellido celeste puede adentrarse y abstraer tantas cosas, tanta desemejanza-latitudes-distancias (como bien dijiste), bendigo tu nombre y permanencia celeste en este planeta que se burla tanto del sur como del norte y solo conoce un solo y único estado de permanencia, que a la vez son todos.
y por eso, tanto amor emite y tantos somos los que nos alegramos por estar palpitando con vos

bien lo dice la profecía:
haz tu cabeza estallar!

-bien hecho que lo hayas hecho hace mucho tiempo atrás y no pierdas la tradición, bien hecho que por eso tanta mística da vueltas sobre nuestra amistad-

y sí, vos sos el vientito que viene desde afuera
y viceversa