Truco! Canté
Su mirada perseguía cada movimiento, era casi un estímulo. Tiré el 2.
-QUIeer-rretr..!-
No quiero. . Y apoyó su nariz en mi omóplato. Dejé mis cartas sobre la mesa, y con los ojos me sacudí.
Dieron de nuevo, ésta vez escondí las cartas entre mis manos, amurallé mi partida con la espalda y los brazos. Él dio un frío golpe a la mesa, y debí mostrarle. Volví a refugiarlas, ésta vez, sólo con las manos, ahí estaba el partido, rodeado. Yo intentando camuflarlo, amortiguarlo. No recuerdo si dí, si siguió, si presté atención. Él apoyaba su nariz con firmeza, y nada le avergonzaba, tampoco a mi, claro.. En ese entonces, no me estremecía fácil, los impulsos eran de lo más normal, y yo lo dejaba hacerlo.
De noche hacíamos panes. Mientras él mezclaba harina y levadura en una fuente, yo preparaba el resto.. enmantecaba, enharinaba y después amasaba todo. Empezamos a hacerlo para salir del momento, había hambre y detestábamos el malhumor de las mañanas sin comida. Naturalmente fuimos engordando, yo más que él... En invierno me sentaba en la mesa y podía pasar horas, descifrando juegos de lógica con fósforos, pensando, siempre bien acompañada de pan. Pan caliente como centro de mesa, eso nos saciaba.
Me cuesta distinguir los días, tengo recuerdos parecidos. Hay un antes y un después en ellos, pero mi memoria no tuvo en cuenta ese giro. Como si de un día para el otro, todo lo que hacíamos fuera una repetición, y todas esas repeticiones, ahora, una sola imagen.
Pero sé que algo nos mantenía, una mescolanza de cosas supongo. Sé que yo me mantenía amasando el pan con fuerza brutal, ocultando las cartas sobre la mesa, todo se mantenía a salvo. Me hacía valer acariciándole el cuello y las mejillas. Hasta que las caricias supieron entregarse y decidieron partir, hasta acá.
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