domingo, 10 de abril de 2011

La mujer dormida

Oh niña, por qué adoleces todo el tiempo?
Oh niña, no le hagas caso a mis obscenidades
Niña, oh niña, quiero tus ingenuos ojos!
Guarda bien tus sueños,
Imagina mis historias.
Y ven a despertar mis mañanas.

Quédate mirando el sol, todo el día
Oh niña! que no oscurezcas!
Jamás se terminen tus preguntas.
No permitas nunca,
empañarte de porqueses, ni conozcas la certeza
Ni cuestiones tu sabiduría

Se va mi energía
Pidiendo tu andanza
Se va mi arrogancia, tardía,
espera por ti.

viole

Entre mujeres alta ya, la niña
quiere llamarse Viento.
Y el mundo es una rama que se dobla
casi junto a sus manos,
y la niña quisiera
tener filos de viento.

Pero no es hora, y ríe
ya entre mujeres alta:
sus dedos no soltaron todavía
el nudo de la guerra
ni su palabra inauguró en las vivas
regiones de dolor, campos de gozo.
Su boca está cerrada
junto a las grandes aguas.

Y dicen los varones:
«Elogios impacientes la maduran:
cuando se llame Viento
nos tocará su mano
repleta de castigos.»

Y las mujeres dicen:
«Nadie quebró su risa:
maneras de rayar le enseñaron los días.»

La niña entre alabanzas amanece:
cantado es su verdor,
increíble su muerte.

Leopoldo Marechal



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